15.3.10

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Al mismo tiempo, todo claro y confuso.

Como arañas trepando por los brazos le llegan los pensamientos. A borbotones, violentamente impulsados por una ola líquida, por unas palabras de aliento. Y son tantos y le abruman de tal modo que tiene que frotar la mano por su mente acristalada para borrar la empañadura. Pero aún así mira por un vidrio ahumado, siente cosquillas en el cuello que lo incitan a volverse, tiene hambre de repente y no puede apartar de la mente el trotar de sus muelas y el voltearse de un jinete dulce y caliente. Mas no todo se vuelve amarillo de golpe.

Se sienta en el suelo y se siente suelo, se nota pedregal, se hace consciente de ser terruño y se observa crecer, observa crecerse la hierba. Y comprende que las gotas de rocío que lo cubren no están apenas frías, sino que todo él es un fulgor rojo como el fuego, todo él es fiebre ahora, por lo que una sed que sabe a sal le rodea la lengua.

Aparecen los pingüinos con sus torpes andares; llegan los osos, blancos como la leche; se va volviendo hielo todo lo que le rodea y su respirar catapulta un vaho grisáceo poco menos denso que el agua. Pero el calor no lo abandona, incluso aumenta. Le hace babear, además, ansiando impregnarse de su febril alucinación. Toca el suelo luego y su mano se hunde derritiendo hielo a su paso, hasta tocar el mar.

Es sólo al meter la cabeza cuando comienza a bajarle la calentura, cuando comienza a correr su savia sin las burbujas del hervir, cuando respira y el aire que inhala ya no infringe aquel gélido daño de su periodo de enfermo.

Y retorna su vida-en-piedra, mas anhela ser en árbol, ser en planta cualquiera, ser quizás en musgo solamente y sentir un galopar de patas de insecto por la espalda, un albergar huevos o larvas, huevos y larvas y telas de araña vibrando como un timbre cuando anuncia un invitado.

Bajo su informe textura brotan los alacranes, que de tan ariscos simulan amigos mudos o enemigos charlatanes, con lo que él se recluye más y más en sí mismo, en su ridícula aridez, bajo su rugoso caparazón y en absoluto silencio.

Y es que lo que más echa de menos de cuando no era pedrusco es el castañeteo de las ramas de los árboles los días de viento, el traqueteo de las aguas en el discurrir de los arroyos, las pequeñas explosiones de las hojas secas al contacto con el fuego.

Entonces se vuelve amarillo, se deja caer rodando por la ladera, se le van cayendo los miembros pétreos de a poco, se vuelve amari...

14.3.10

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[...] somos como hongos,
crecemos en los pasamanos de las escaleras,
en piezas oscuras donde huele a sebo,
donde la gente hace todo el tiempo el amor
y después fríe huevos y pone discos de Vivaldi.



x.CortázaR.x

10.3.10

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Fue un mordisco tan voraz,
una dentellada a media espalda.

El pedazo que me falta
comienzo a sentir
y ahora el blanco de mis ojos
se ha tornado gris.

Por salir de mi garganta
una voz que me recuerda a ti,

contaminas mis palabras,
solo sé decir
que encogido entre tus piernas
quisiera morir.

4.3.10

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Más y más me abrumo a cada segundo
pero mi boca quiere humo,
madera quemada,
pavesa,
despojo,
hollín gris, afín al negro.

Y ceniza entre mi ropa;

lamentos
de cada uno de los candentes hilos
escucho.